viernes, 14 de noviembre de 2008

Día Mundial de la Diabetes.


Hoy se conmemora el Día Mundial de la Diabetes y al decidir cuál entre muchos temas que me vienen a la mente, al final y después de innumerables vueltas, indecisión y dudas de si lo que hoy escribo será “adecuado” para la fecha, escojo reflexionar sobre el impacto económico de la Diabetes. Quizá el punto clave en este tema sea el relativo a responder la pregunta ¿la economía de quién?

Podemos pensar en la economía del Sistema de Salud o bien en la individual. Quisiera pensar en ambas y bordar un poco en lo que ello significa.

Comenzaré haciendo un repaso de lo que potencialmente nos puede llegar a pasar como diabéticos si no llevamos un estricto control de nuestras glucemias y, con ello, nuestro estilo de vida. Lo que todos sabemos, es que las complicaciones a nuestra salud son el resultado de un descontrol y que suelen presentarse en dos sabores: Agudas y crónicas.

Las complicaciones agudas son básicamente tres y dos están relacionadas a niveles elevados de glucosa y la otra, al extremo opuesto. En efecto, hablamos de la temida Cetoacedosis Diabética, el “coco” de quienes padeciendo DM1 desarrollan hiperglucemia. Para quienes vivimos con DM2 el fantasma de la glucosa alta se conoce como Coma Hiperosmolar. En palabras más familiares, estamos hablando de las dos variedades del temido y gravísimo “coma diabético”. En el otro extremo y no menos peligrosa, esta la Hipoglucemia, que puede variar entre leve y muy grave-, la cual, estoy seguro, todos los denominados diabéticos la hemos padecido más de una vez.

La otra parte de las complicaciones está conformada con un sinnúmero de afecciones que representan el deterioro gradual pero inexorable que el exceso de glucosa y grasas perniciosas van causando a diferentes órganos al irse dañando por taponamiento y endurecimiento, los vasos sanguíneos que los alimentan. En resumen, no queda ninguna célula, tejido, órgano o sistema a salvo del deterioro conforme avanza el tiempo. Sin embargo, se han identificado varias complicaciones como las de mayor impacto y que marcan –así como las señales en las carreteras-, el avance del daño conforme pasa el tiempo. Por ello encontramos que las más significativas son la Nefropatía, la Neuropatía, la Retinopatía, la Cardiopatía y el Pié - todas estas con el apellido “diabético”-, además de las embolias, de las cuales destaca del cerebro.

Por ello, transitando del “micro” hacia el “macro”, veremos el impacto económico que produce tanta dulzura.

Primeramente, al diagnóstico diabético, sigue un proceso que incluye la prescripción de los medicamentos que se tendrán que suministrar prácticamente de por vida, además de un régimen de cuidados especiales que incluyen un cambio en los esquemas de alimentación y la práctica de ejercicio de forma rutinaria. Si sumamos los factores producidos por estos cambios y los contabilizamos, veremos que el impacto sobre nuestro presupuesto familiar, será definitivamente notorio. Ser diabético cuesta mucho dinero en base diaria. Si tomamos insulina o hipoglucemiantes, ya sea solos o en combinación, además de otros medicamentos para prevenir o controlar hipertensión, accidentes vasculares y lípidos, más el indispensable glucómetro, las tiras reactivas, las jeringas y agujas especiales, pruebas periódicas de laboratorio; estamos hablando de gastos que conservadoramente pueden ascender a rangos de 150 a 250 dólares al mes, alimentación especial incluida. Podemos agregar que podríamos requerir ropa y calzado especiales para la actividad deportiva, cremas humectantes para nuestra continuamente reseca piel, especialmente en los pies –efecto de la glucosa alta, naturalmente, además de analgésicos, gotas para los ojos y un largo etcétera dependiendo de la condición personal. Esto, para quienes estamos “razonablemente” controlados y no presentamos complicaciones mayores. Como podemos anticipar, conforme aumenten los requerimientos de salud la cuenta se va incrementando inexorablemente.

Pero…, toda historia tiene un pero. Y este aparece cuando las complicaciones crónicas comienzan a aparecer. Estas, como el amanecer, van llegando de a poquito, suavemente, imperceptiblemente, hasta que casi sin notarlo brota un torrente de luz y ya es de día. Lamentablemente, y por esas mismas características, vamos dejando avanzar estas complicaciones hasta que sus consecuencias son devastadoras y hay que tomar medidas mayores para tratar de frenar el daño, si es que aun hay posibilidades. Y es en este esfuerzo donde aparecen los gastos mayores –médicamente hablando- y el principal componente del costo “macro” de la diabetes. ¿Diálisis?, ¿amputación?, ¿cirugía en ojos?, ¿hospitalización?, ¿terapia intensiva o media? Y un largo etcétera de costos aunado al material quirúrgico, medicamentos especiales, materiales de curación, honorarios de cirujanos, anestesistas y demás gastos asociados.

Si nos ponemos detallistas al respecto, veremos que en el caso de las complicaciones –que se convierten en ese Jinete de la Apocalipsis que galopa incansable a nuestro lado-, los montos asociados pueden volverse catastróficos con respecto al patrimonio familiar. Los propios sistemas de salud estatales, comienzan a pregonar que de no frenarse la tendencia de casos que se diagnostican y que se complican, ni todo el presupuesto del sistema podrá tener la capacidad para afrontarlo. Ni que decir que casi todas las complicaciones crónicas producen en un momento determinado una incapacidad laboral y lo que esta puede implicar en el ingreso familiar, especialmente si la fuente principal del ingreso es quien la sufre.

Veamos rápidamente algunas cifras publicadas hoy por la Federación Internacional de la Diabetes (International Diabetes Federation), manteniendo presente que en el caso de México, ocupamos el muy poco honroso primer lugar en porcentaje de diabéticos del mundo y que la diabetes es la principal causa de muerte en el país. Bueno, entonces las cifras mundiales son las siguientes:


  1. Cada 10 segundos hay una muerte por causas relacionadas con la diabetes. (piensa en los que están muriendo mientras lees estas líneas).
  2. Cada 10 segundos habrá 2 personas que desarrollarán algún tipo de diabetes. (Si tienes diabetes, seguro que tuviste tus 5 segundos de fama estadística, al igual que yo).
  3. Este 14 de noviembre de 2008, habitamos el planeta 250 millones de personas con diabetes y para el 2025 seremos 380 millones.
  4. Hay más de medio millón de niños menores de 15 años viviendo con diabetes tipo 1, además que esta cifra se incrementa a razón de 200 casos por día.
  5. Además de las cifras del párrafo anterior, cerca de 75,000 niños en países en desarrollo, tienen diabetes tipo 1, pero no los medios para atención médica adecuada.
  6. La tasa de adquisición de diabetes 1 para niños en edad preescolar llega a niveles del 5%.
  7. Debido a factores como sedentarismo y sobre ingesta de calorías, se han reportado casos de diabetes tipo 2 en niños de 8 años de edad, tanto en países desarrollados como en desarrollo.

Y podríamos seguir citando cifras y más cifras. Pero, este es un buen punto para detenernos y reflexionar de nuevo el por qué cada vez se levantan más voces y se hacen más esfuerzos para lograr hacer conciencia del enorme problema que ha llegado a ser la diabetes: La gente se muere y, además, se va incapacitando en el proceso.

No importa si los costos de tener y vivir con diabetes, del tipo que sea, los pago de mi bolsillo o salen del sistema de salud al que pueda estar afiliado. Finalmente, es un dinero que pudo haber tenido un mejor empleo, especialmente si soy yo (o tu que lo estas leyendo), el sujeto del tratamiento a una complicación. Al final, no importa quién lo pague, quien sufre el daño, la incapacidad y la muerte, es quien aporta el precio mayor, la propia vida.