sábado, 21 de julio de 2007

Abróchese el cinturón.



No, no estoy hablando del recientemente estrenado Reglamento de Tránsito Metropolitano ni de cómo quitarle puntos a las licencias de los sufridos autodeambulantes de la zona metropolitana de la Ciudad de México. La entrada de hoy corresponde a un reporte publicado en la revista Diabetes Care en que se presenta el resultado de un estudio sobre la correlación existente entre el Índice de Masa Corporal (IMC), la circunferencia de la cintura y el Síndrome Metabólico. El estudio de referencia se realizó en el INSERM (Instituto Nacional de Salud de Francia y la Facultad de Medicina Pierre y Marie Curie) y sugiere que con reducir el diámetro de la cintura, la gente pudiera reducir el riesgo de diabetes y enfermedades cardiacas.

El estudio menciona que en hombres y mujeres cuya cintura se expande unas 3 pulgadas (7.6 cm), en un lapso de nueve años, se ha encontrado un incremento en el riesgo de desarrollar el síndrome metabólico –el conjunto de dos o más de los siguientes factores: hiperglucemia, dislipidemia (alto colesterol del malo, bajo colesterol del bueno y triglicéridos altos), sobrepeso e hipertensión-, que incrementan las posibilidades de terminar con diabetes mellitus (DM)y enfermedades cardiacas.

Como dato curioso, se observó que en las mujeres que redujeron una pulgada (2.54 cm) su medida de cintura, el riesgo de padecer el síndrome metabólico fue menor que en aquellas en que la cintura no modificó sus medidas. Es más, en el caso de mujeres que ya presentaban el síndrome metabólico al momento del estudio, se percibió una mejoría en aquellas que redujeron la circunferencia de cintura con respecto con aquellas que no, hasta de cuatro veces más factible que se recuperaran del síndrome metabólico hacia el final del estudio. Dato más que interesante ya que comprueba lo correcto de la recomendación de tener cuidado con el diámetro de la cintura que en épocas recientes se ha venido pregonando en los sistemas de salud.

La pérdida de peso y la reducción de la cintura también benefició a los hombres, aunque al calcular la relación con el IMC, el beneficio no fue tan evidente como en el caso de las mujeres.
Se ha determinado ya sin lugar a dudas, que tanto el IMC como el diámetro de la cintura son parámetros importantes a considerar con respecto al riesgo desarrollar el síndrome metabólico, diabetes y las enfermedades cardiacas. Uno de los puntos más interesantes que resaltan del estudio, es que hay gente que presenta un IMC dentro de los rangos normales a pesar de tener un vientre amplio, lo que los pone en riesgo de desarrollar el síndrome metabólico. Así pues, la medida de la cintura se convierte, en conjunto con el IMC, en el mejor y más sencillo parámetro para controlar; por ello la recomendación es mantener controlada la circunferencia ventral y no soltarse el cinturón ni dejar que se recorran los “agujeros” en que se sujeta la hebilla.

viernes, 20 de julio de 2007

¿Qué haremos sin AVANDIA? (III)



Por allá del 23 de mayo escribí el antecedente a la primera parte de esta recurrente entrada y que pinta como para convertirse en un clásico en retazos, como si de churro holliwoodense se tratara, algo así como “pesadilla en la calle del farmacéutico, episodio n+1”, pero el tema ha dado para combinar tanto datos duros sobre los tratamientos para controlar los niveles de glucosa en la sangre de quienes vivimos con DM2, con el morbo que despiertan los asuntos relacionados con los efectos negativos que podrían acabar como “escándalos de tabloide”, algo así como el ocurrido al tristemente célebre Vioxx que siendo el medicamento para tratamiento de las jaquecas con mayores ventas en el mundo, al salir del mercado casi le cuesta la vida al poderoso laboratorio Merck. Ahora quien encuentra su medicamento estrella en el banquillo de los acusados es el laboratorio Glaxo/SmithKline quién fabrica Avandia (Rosiglitazona) y que en medio de una guerra de declaraciones, rumores, dimes y diretes, está evaluando la posibilidad de retirarla del mercado por lo menos un tiempo en lo que puedan realizar estudios concluyentes ya sea en el sentido de revindicar la Rosiglitazona como quizás la mejor opción para el tratamiento de la DM2 en la actualidad –y por ello el de mayores ventas a nivel mundial- o confirmar el riesgo cardiovascular asociado y olvidarla para nunca jamás.



Solo por recordar las referencias y antecedentes desde que se desató la controversia, invito a quienes tengan la curiosidad, ocio y tiempo para consultarlas, releer las entradas del 23 de mayo, del 25 de mayo, del 30 de mayo y 21 de junio. En ellas aparte de mencionar las declaraciones de órganos médicos colegiados, hago un brevísimo repaso de las alternativas farmacológicas existentes a la fecha.



Un poco en línea con aquellos comentarios, el pasado 16 se publicó en los Annals Of Internal Medicine, el resultado de un estudio realizado que comenzó desde hace aproximadamente diez años en la Universidad Johns Hopkins cuyo objetivo fue hacer una comparación de efectividad entre los medicamentos hipoglucemiantes existentes en el mercado, abarcando desde las sulfonilureas más antiguas cuya presencia en el mercado data de más de cincuenta años, hasta por supuesto, la ahora controvertida Rosiglitazona. El estudio, que coincidentemente llega a su fin casi coincidiendo con el duro cuestionamiento a los posibles efectos mortales de la Roziglitazona, da otro duro golpe a dicho medicamento puesto que concluye que aunque muy efectivo como medicamento, no lo es ni el mejor y mucho menos, el más barato, comparado con otros que fueron desplazados en su momento por el peso de la mercadotecnia.


El claro ganador es la Metformina, una biguanida comercializada en México como Glucophage y ya se le puede encontrar como genérico intercambiable pidiéndola por su sal activa, la Metformina, a un precio más que accesible. El estudio que la ubica como la más segura, indica además otros medicamentos como la Glipizida y la Glimepirida como sustitutos posibles. La noticia no deja de ser otro revés a los laboratorios Glaxo/SmithKline, fabricantes de Avandia (Rosiglitazona) que ya a estas alturas han observado una caída de más del 30% en sus ventas desde que se publicó la nota de la ADA. Parece que de difundirse más esta nota, el golpe sea mortal esta vez.


Un punto que debemos tener presente es que potencialmete, todos los medicamentos hipoglucemiantes pueden causar problemas o presentar efectos secundarios, entre los cuales se encuentran aumento de peso, disminución de peso, hipoglucemias leves, diarrea u otros malestares “leves”. Sin embargo los riesgos mayores de la Metformina serían la de aparición de Acidosis Láctica, condición potencialmente muy grave y difícil de detectar en caso de una crisis de hiperglucemia (Coma Hiperosmolar) y la contraindicación de prescribirla cuando existan complicaciones renales moderadas, lo cual aplica para la mayoría de los hipoglucemiantes también.


Bueno, aquí se confirma aquello de que “todo tiempo pasado fue mejor” y que no por ponernos al ultimo grito de la moda médica vamos a estar necesariamente mejor controlados que con lo “obsoleto”.

miércoles, 18 de julio de 2007

El sistema endocannabinoide.


Hace algún tiempo amenacé a mis sufridos lectores que escribiría una entrada acerca del sistema Endocannabinoide, tema que por cierto está de moda y en gran auge entre investigadores de todo el mundo, principalmente en el viejo continente, donde se han realizado los mayores avances en la descripción de qué es, cómo funciona y en el desarrollo de fármacos que van dirigidos principalmente hacia el tratamiento de la Diabetes Mellitus tipo 2 (DM2) y la obesidad. Cuando digo que amenazo y califico de sufridos a quienes me otorgan la indulgencia de leerme, es por que reconozco que a veces me dejo llevar por el entusiasmo y sin mayor consideración lanzo tecnicismos sin tomarme el tiempo de aterrizar el significado y dejando, en ocasiones a más de uno, parpadeando y preguntándose qué quise decir y si ya no me preocupo por ser sencillo y coloquial.


Pues bien, el caso es que esto de los endocannabinoides me llevó a largas sesiones de estudio sobre fisiología celular, bioquímica, farmacología y otras hierbas que en principio me dejaron en un mar de datos que he digerido muy lentamente –para no aceptar que me indigesté de primera mano con todo el material de estudio que me agencié- Sin embargo, el dilema era cómo hacerle para compartir en este espacio mis hallazgos en un lenguaje claro y coloquial sin caer en tecnicismos ininteligibles o términos “solo para iniciados”. Bueno, pues resulta que no pude resolver el dilema y a la vez ya encontré la solución.

Ayer me llegó el ejemplar de julio-agosto (volumen 16 /número 28), de la revista Diabetes Hoy, que es el órgano de difusión de la Federación Mexicana de Diabetes y en ella aparece un artículo intitulado “Milagros inexistentes, medicamento real” y que responde mi angustioso dilema: El sistema endocannabinoide aparece descrito en un artículo sencillo, claro y bastante completo. Por supuesto mucho mejor que lo que se me había ocurrido escribir y sin tanta complicación como mis recientemente desechados borradores. Por ello solamente –felicitación de por medio por el excelente artículo- me queda recomendar su lectura y aceptar que en ocasiones la mejor estrategia de comunicación es señalar en dónde está la correcta y accesible información disponible. De cualquier manera, prometo que una vez que haya digerido mejor el tema y pueda decir algo decentemente valioso, volveré por las andadas y de mi ronca pluma escribiré sobre el asunto.

martes, 10 de julio de 2007

Diabulimia: nuevos términos, problemas añejos y poco conocidos.


Esta entrada estaba programada para ser publicada el 10 de julio del 2007 y por razones que ya no recuerdo, se quedó guardada como borrador. Recuerdo que cuando la redacté reconocí que escribirla "ha generado canas y telarañas"  Sin embargo, quiero publicarla antes de tomar otros derroteros dentro del tema que anima este espacio, la vida con DM (Diabetes Mellitus) y mis peripecias personales al respecto. Así me iré animando par ir actualizando este espacio de reflexión e irle dando vida nuevamente.
El tema de hoy, del que he mencionado algo un poco de forma incidental al hablar de trastornos de la alimentación, lo retomo esta vez ya que de acuerdo con ciertas asociaciones dedicadas a cuestiones de salud y este tipo de trastornos están comenzando a lanzar voces de alarma respecto a lo que ahora toma este nuevo nombre entre los trastornos de la alimentación entre adolescentes, principalmente mujeres: la Diabulimia.
La pregunta entonces sería: ¿qué es la Diabulimia? La Diabulimia es el nuevo término con el que se sintetiza una forma de bulimia y que se presenta en jóvenes que tienen Diabetes Mellitus tipo 1 (DM1). Sabemos que quienes tienen DM1 requieren la aplicación diaria de diversas dosis diarias de insulina para mantener el metabolismo de la glucosa y permitir que ésta sea absorbida a las células y así obtener la nutrición y energías adecuadas para una vida sana. También es un hecho que como sus organismos son incapaces de producir insulina, esta dependencia es de “por vida”, ya que de no haber aporte externo de insulina la glucosa se mantiene circulando por el torrente sanguíneo y las células no reciben nutrientes ni la fuente de energía que la glucosa representa. Esta situación tiene un efecto que es rápidamente notorio: la muy rápida y notoria pérdida de peso derivada del veloz consumo que hace el organismo de sus reservas de grasa y masa muscular (cuando la reserva de grasa se agota), para tratar de proporcionar la glucosa que las células demandan al enviar señales de “hambre” ya que no les está llegando el alimento.
Obviamente, anticipándonos a lo que viene, la suma es perversa: el cuerpo tiene exceso de glucosa por falta del suministro de la insulina y tiene que agotar sus reservas en un desesperado e inútil intento de alimentar las células que demandan el alimento. El incremento de glucosa en sangre es enorme al tiempo que el cuerpo no recibe nada y los daños por la hiperglucemia se aceleran atacando principalmente riñones, sistema nervioso y retina, además del consecuente mecanismo de la glucogénesis acelerada que en ausencia de insulina provoca la famosa cetoacedosis diabética y pone a estas personas al borde de un coma diabético cuyas consecuencias pueden ser mortales.
Cuando las adolescentes con DM1 caen en esta conducta por la necesidad obsesiva de guardar una figura “delgada, casi esquelética” y su distorsionada idea de una “imagen corporal” es más importante que la propia salud y supervivencia a largo plazo, recurren a suprimir o saltarse sus dosis de insulina, tomando la “apenas necesaria” para sobrevivir. Claro que logran adelgazar, pero la pregunta es ¿el precio a pagar vale la pena?, ¿la percepción de una efímera belleza o esbelta figura debe ser el resultado de una conducta autodestructiva?, ¿qué en ultima instancia justifica una acción profundamente irracional tomada no por ignorancia sobre las consecuencias sino basada en la negación de una dolorosa y difícil situación como lo es la vida con DM?
En una chica “normal”, digamos sin DM, estos trastornos son extremadamente dañinos y en las noticias hemos visto los casos de modelos de ropa de moda que han llegado a morir a consecuencia de la anorexia y la bulimia. En una chica con DM1 el caso es preocupantemente más grave ya que además de los daños que estos trastornos de la conducta de la alimentación causan y que en si son sumamente severos, cuando a la ecuación le agregamos el factor DM1, la gravedad, profundidad y velocidad con que se presentan las consecuencias y los daños que llegan a ser irreversibles, son mucho mayores.
Lo peor de todo ello es que estas conductas son provocadas por una distorsión de la realidad y del ser y el deber ser. Nada es más importante que ser “aceptadas” en el grupo objetivo y ningún precio es poco con tal de sentir que “pertenecemos”. Si ello implica sacrificar salud a cambio de lo que el grupo acepta como el estándar de belleza, ya está puesta la condición para la conducta. En una sociedad que premia el placer (hedonismo) la satisfacción inmediata de los deseos y demandas, donde el lapso de atención a un asunto no rebasa de unos cuantos segundos, donde el monto de información es infinitamente mayor a nuestra capacidad no solo de procesarlo sino de percibirlo, donde el esfuerzo y la disciplina son actitudes rechazadas solo para “nerds” o inadaptados, este tipo de distorsión de la realidad encuentra terreno fértil y de ahí lo difícil de erradicar las conductas trastornadas en relación a la comida y el esfuerzo físico como una actividad que promueva la salud y una vida plena. Al parecer una actitud disciplinada, una vida ordenada, una forma sana y completa de alimentarse, un plan de actividad física adecuado y un control de la DM1 son “aberraciones” de las que se huye por ser limitantes de una vida libre, plena y maravillosa que la adolescencia nos revela a todos los seres humanos. Sin embargo, el espectro está ahí, presente, firme e inexorable. La DM1 es una realidad y hay que vivirla y confrontarla. La adolescencia es otra realidad que llega y es una etapa donde nos rebelamos ante el mundo e incluso con aquello que no queremos ser –diabéticos-, pero lamentablemente la DM1 no es algo que se pueda corregir por solo rechazarla o peor aún, convertirla en un instrumento para manipular una realidad que no lo es.

lunes, 9 de julio de 2007

Días de enfermedad.


Hay ciertas ocasiones en que la vida nos toma desprevenidos y aunque creamos que estamos a salvo de problemas de salud, repentinamente caemos postrados por alguna enfermedad. En el caso de quienes padecemos diabetes mellitus, puede ser muy grave si no se toman precauciones y cuidados especiales. Hoy me siento frente al teclado a escribir una nueva entrada, después de haber pasado un fin de semana entre enfermo y convaleciente.

Casualmente, a poco de haber presumido lo bien que voy con el control de mis parámetros fisiológicos respecto a la diabetes, pensando que ya todo es coser y cantar, me enfrento a que en la realidad, aparte de las propias limitaciones y amenazas de la diabetes, existen otras muchas causas de afectación a la salud y, estoy saliendo de una de ellas. Pues resulta que el pasado jueves, comí en un sitio –que no lo menciono pues no tengo la certeza que sea el origen del asunto-, cuya comida por cierto estaba razonablemente bien preparada y presentada, pero a partir de un par de horas de haber salido, comencé a tener una severa crisis asmática, afortunadamente ya cerca del final del día. Claro que siempre llevo conmigo mi broncodilatador de spray y eso me mantuvo razonablemente funcional el resto de la tarde y noche. El viernes, extrañamente no me sentía mal pero si me comenzó a dar más lata de lo usual el asma, al grado que casi festejé que me cancelaran la ultima cita del día.

Bueno, para no hacer el cuento muy largo, el sábado me levanté tan cansado que ni siquiera tuve el ánimo de ir a una reunión “sagrada” de esas que nunca se cancelan, con los compañeros de la escuela y de ahí las cosas marcharon de mal en peor. Para este entonces, el principal problema se presentó como dificultad para respirar y como buen asmático, supuse que con el broncodilatador sería suficiente. Error, el problema fue empeorando; había ya perdido totalmente el apetito desde el medio día y la fiebre había hecho su aparición. Para ese entonces ya tenía la seguridad que algo tenía aunque era incapaz de definir qué pues el malestar era demasiado general como para definirlo: Pérdida de apetito, fiebre, sed, enorme dificultad para respirar y un decaimiento general.

Como todo obsesivo que se aprecie, ya estaba preparándome para visitar el hospital más cercano a mis rumbos y entregarme en manos de un médico, con la casi certeza de que se trataba de una combinación perversa de Coma Hiperosmolar y ataque agudo de Asma. Sin embargo, poco antes de decidirme a buscar ayuda médica, sobrevino el vómito. De forma inesperada y sin aviso previo, apareció y después de creer que toda mi esencia se había ido de paseo por el drenaje profundo, descubrí que me sentía mucho mejor; la fiebre bajó, comencé a respirar fluidamente y comencé a pensar con claridad, cuestión que se reduce mucho por la escasez de oxígeno en el cerebro.

A partir de ese momento me di cuenta que lo que realmente tenía era un problema de intoxicación por algo que había comido y me había afectado el proceso digestivo. Lo que también deduje es que hubo por ahí alguna reacción alérgica que me disparó de manera muy aguda el episodio de asma. El mismo sábado comencé a monitorear mis niveles de glucosa, los cuales se elevaron hasta 170 en el lapso de control, parámetro más que bueno para un episodio de diabetes combinada con otras enfermedades y que me mantuvieron alejado del hospital y especialmente, de un posible Coma Hiperosmolar. Ahora en franca recuperación, comparto algunos consejos para estos días de enfermedad combinada con la diabetes.

Primero que nada, no tomar a la ligera ningún malestar, ya que éste es la forma en que nuestro organismo trata de pedirnos una pausa para organizarse a combatir el problema y mediante la aceleración del metabolismo, lanzar el ataque inmunológico. Entre estos procesos, se incrementa la producción de las llamadas hormonas contra reguladoras de la insulina (glucagón, cortisol y la hormona del crecimiento), que producen incremento de la glucosa en la sangre, por lo que es especialmente importante hacer un monitoreo frecuente de ésta y controlar lo que comemos, especialmente si hay fiebre que es signo de infección.

Por ello quienes tienen DM1 no deben permitir que la glucosa suba más de 250 mg/dL, verificar niveles de cetonas en orina y ver o llamar al médico por instrucciones de qué hacer para mantener el control. Si se trata de DM2, hay que mantener el rango de glucosa por debajo de los 400 mg/dL o en caso contrario ir de inmediato al medico. Arriba de dichos niveles arriesgamos que sobrevenga el coma.

Por ello, antes de correr a la sala de urgencias médicas en el hospital más cercano, es conveniente recordar no dejar las dosis de insulina o hipoglucemiantes aunque no podamos comer; hacer un monitoreo frecuente de la glucosa por lo menos cada 4 horas, a menos que esté muy alta en cuyo caso hacerlo cada hora sería lo mejor; si se usa insulina, medir cetonas cada vez que se vaya a orinar; tomar muchos líquidos (agua sola o un te suave), algo así como 200 mL en adultos o 120 mL los niños; si no se puede comer el plan de dieta normal, procurar consumir la misma cantidad de carbohidratos a lo largo del día, preferentemente aquellos de actuación indirecta o al menos unos 15g de carbohidratos por hora.

Pero si lo anterior no se puede controlar y no hay mejoría después del día de la crisis o se presenta vómito y diarrea por más de ocho horas; si hay cetonas en la orina; si hay sensación de deshidratación (tener sed es un signo claro de deshidratación); si cuesta trabajo respirar o la glucosa sube por arriba de los 240 mg/dL o cae por debajo de los 60 mg/dL, lo mejor es llamar al medico inmediatamente.

De otra forma, el riesgo puede ir desde comprometer órganos vitales hasta la propia muerte. Enfermedades y diabetes una combinación de mucho cuidado.